miércoles, 27 de abril de 2011

EL VIAJE

La primera etapa de esta nueva era consistía en un viajecito de 2.100 km que finalmente planificamos en tres etapas. El 1 de abril, tras haberme despedido de mis compañeros el día anterior termine de empaquetar las cosas con la ayuda de Gabriella por la mañana y me puse rumbo a Valencia. El coche no es que fuera poco cargado, en él llevaba los últimos muebles de la mudanza por etapas que hemos hecho durante todo el mes de marzo cada fin de semana el Csacsi y yo.



Una vez descargado todo y después de una comida familiar en la que me puede despedir de mis hermanas y sobrinos me puse rumbo para Perpignan junto con mi padre. La verdad es que le he agradecido mucho que me haya acompañado en el viaje y los primeros días y ya no sólo por la compañía que lo hacía todo mucho más agradable sino también por el apoyo que me ha dado y por esos momentos de batallitas y consejos que gustan de oírse y compartirse.



Nuestra primera gran sorpresa nos ocurrió al llegar al hotel Etap pasada la frontera (ya sabéis que en Cataluña sólo se para para evacuar). Justo cuando fuimos a entrar nos encontramos con un grupo de franceses que estaban allí alojados por unas jornadas que había organizado su empresa con la casualidad que uno de ellos era de padres españoles y dio pié a la conversación que acabó con una invitación pos su parte a ¡cava! Madre mía, menudo recibimiento. A parte de ser muy abiertos y amables rompieron todo tipo de estereotipos y es que de todo hay y en todos los viñedos del Señor... El hotel muy funcional pero increíblemente cómoda la cama, hacía tiempo que no dormía tan a gusto y eso que tuve que ponerme tapones para no oír los ronquidos de mi padre.



Al día siguiente comenzamos la etapa a primera hora para comiendo por el camino llegar a la hora de cenar a... Heilbronn (¡que Crónicas las de aquellos años!). Sí, mis bien queridos lectores, en Heilbronn tenía que ser. Para recordarle viejos tiempos a mi padre nos alojamos en en hotel Zur Post, el mismo donde le comenzó el jamacuco la última vez que estuvo allí. No sé, por eso de tentar al destino. El hotel, como siempre, muy acogedor. Además nos acompañó un tiempo estupendo y pudimos cenar en la terraza del Barfußer unos ¡Maultaschen y un Schweinhaxen! Así da gusto llegar a ¡Schwabenland! Para terminar de ponerle la guinda al pastel y no pudiendo ser de otro modo el postre fue un ligero heladito en Dellarte. Heilbronn sigue igual que siempre salvo dos novedades, una que ya he visto terminado el centro comercial en pleno centro que comenzaron a construir cuando nos fuimos de allí, HN, es más si cabe, una Einkaufststadt! y la otra la construcción de una nueva parada de tranvía en Alle Post. Curioso teniendo en cuenta que tienen una en Harmonie, no sé, elucubraciones mías.



En nuestra última etapa del viaje cabe destacar el recibimiento nulo de Lorenzo... fue cruzar los límites que dan acceso a Niedersachsen (Baja Sajonia, estado donde la capital en Hanóver) y se puso a llover, pero no cuatro gotitas, no, cantidad. Tuvimos la suerte que al llegar al piso despejó un poco y nos dió el tiempo justo para sacar las cajas sin que nos mojásemos lo cual fue de agradecer. En cuanto al piso, mejor llamémosle habitación. Es precisamente eso, una habitación de hotel con cuarto de baño que donde debía haber estado el armario a la entrada han puesto una mini ¿cocina? Donde hay dos resistencias para cocinar, una pila y el armario justo para unos pocos platos y cubiertos. Cubiertos que en día de nuestra llegada se limitaba a UNA cucharita, UNA cuchara, DOS cuchillos, DOS tenedores y poco más. Recalco esto porque me fastidió bastante lo escaso del equipamiento teniendo en cuenta que había preguntado insistentemente cómo estaba equipada la cocina recibiendo la respuesta que totalmente. Si lo llego a saber me traigo todo lo de VLC... ¡a que mala hora no me traje la olla a presión! Pero bueno, a lo hecho, pecho. La cama es peor... Sí, así es. Si se mueve uno, sin duda se mueve el otro. Tal como dijo mi padre debe de ser una cama de momentos gloriosos y polvos memorables porque los fuelles ya no pueden estar más cedidos. Pero en fin, estaba limpio al llegar, el baño está muy bien y tan sólo es para un mes.



Una vez hubimos descargado todo con la ayuda de Henriette (la Sra. que me ¿ayudó? en la búsqueda del piso) nos acercó al centro dado que era la hora de comer. Fue entonces cuando mi padre tuvo su primer contacto con la que va a ser nuestra nueva casa. Como ya era tarde y los alemanes comen pronto nuestro primer homenaje lamentablemente fue en Block House, una cadena de restaurantes alemana supuestamente especializados en carnes de ternera pero que todo se queda en el marketing. Si los clientes supieran lo que es un chuletón... Pero no todo es comida. Dimos para bajar la tristes viandas un paseo por todo el centro y es que era un ¡domingo de compras! Y lo celebran con todo el mundo en la calle y es que sólo abren por lo visto 4 o 5 domingos al año y las aperturas tiene por lo visto muchos fans (sic).



Sin quererme enrollar más os vengo a contar lo más anecdótico de toda la primera etapa y fue nada menos que la cena de ese domingo. Al regresar a casa después de una buena caminata se puso a llover en cantidad de forma que cuando se hizo la hora de ir a cenar corríamos el riesgo de empaparnos en la búsqueda de un sitio donde comer. Por lo tanto ¿dónde fuimos a entrar? Pues al restaurante más cerca del piso... ¡El Cañón de Pao! Sí, español. El local estaba lleno, cogimos la última mesa que quedaba libre y al mirar la carta nos decantamos por una parrillada de pescado. ¡Madre Mía! ¡cómo estaba la parrillada! ¡buenísima! ¡y más barata que en España! Y es que el cocinero es de Marín, cerca de Pontevedra, no podía ser de otro modo. Ya véis. No llevaba ni 48h fuera de España y mi destino era comer bien. Y para terminarlo de rematar, entra un señor de unos 50-60 años vestido de tuno y se pone a ¡cantar serenatas! Este se vino hace años y visto lo visto está claro que no acabó la carrera.

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